martes, 1 de febrero de 2011

Libros

Mi historia con los libros inicia por curiosidad al leer un cuento con ilustraciones de Simbad el Marino y otro también ilustrado de la 1ª parte del Quijote de La Mancha que por alguna razón estaban en el librero de la casa de mis papas, después por requerimiento de la escuela primaria leí Flor de Leyendas de Alejandro Casona, el cual 30 años después regresaría a mi mente al ver la trilogía del Señor de los Anillos donde aparecen personajes y escenarios que me imaginé en aquel libro. En la Secundaria por obligatoriedad: Romeo y Julieta, ya que era un “castigo” de la maestra de Español la cual me iba a dejar entrar a su clase hasta que lo acabara de leer. Solo puedo decir: ¡GRACIAS MAESTRA! Después: El llano en llamas, aquí ocurre algo gracioso ya que al hacer el examen, sobre el análisis del libro, la maestra preguntó que cual era el personaje principal del 1er capitulo, no lo podía creer: era un perro!! Lo contesté sin creerlo pero al confirmar mi calificación descubrí lo mágico que puede ser la literatura. Después empecé a tomar prestado poemas a otros, como Lord Gordon Byron para regalárselo a las compañeritas de clase como si fueran míos. Esto será una práctica común a lo largo de mi vida.


En la Vocacional 9 tuve la influencia mayor en mi vida al conocer al profesor José Carrillo en la clase de Lectura y Redacción I con la lectura de Cien años de Soledad, digerida y explicada, decía: ”vienen mas turbados que otros días” después de que nadie respondía a las preguntas de ¿a quién representaba la United Fruit Company dentro del cuento? este profesor de 1.95 mts de estatura con el cuerpo similar al de Fidel Castro en los tiempos de guerrilla, con su barba , bigote y puro, solía manejar un vehículo Renault de los llamados “zapatito” era todo un espectáculo verlo llegar en tan diminuto carro y ver salir a un mastodonte que en sus épocas estudiantiles jugó futbol americano y aparte era un lector compulsivo, a tal grado que , nos explicaba, el viernes salía en su Renault a cualquier parte del país a acampar con 5-6 libros en la mochila, los cuales leía vorazmente en el fin de semana a la luz de una fogata. Sobreviviente de un choque de frente con un camión de la extinta ruta 100 cuando él conducía una combi, se tardó en recuperar más de 6 meses, pero su corpulencia de roble hizo que coincidiéramos en esa época añorada. Leímos algunos cuentos de Mario Benedetti como Autopista del Sur, Ganas de Embromar. Esa fue la apertura de la puerta que conduce a otras habitaciones que a su vez tienen más puertas en esta casona que es la vida.
José, en su clase, preguntaba: quiero que me digan el nombre de los actuales gobernadores de los estados de la república y solo uno contestó los 31 completos, enseguida preguntó: quiero que me digan el nombre de los actuales presidentes de los países latinoamericanos y solo uno contestó todos, esa persona era Jorge Gonzalez, mejor conocido como “El Greñas”. Otro lector compulsivo, estudiante genio quién muriera en 1989 después de habernos conocido y convivido durante 3 años (85-88) en la Vocacional 9 Juan de Dios Batiz.

En el Politécnico la experiencia cercana a los libros se da con un buen amigo Guillermo Franchuti, veracruzano venido a la capital para estudiar, vivía solo en la colonia Guerrero y era un lector acelerado y apasionado del Ajedrez. Por él conocí las revistas 8x8 y era increíble su pasión a tal grado que llegábamos a jugar partidas en la oscuridad del laboratorio de Teoria Electromagnética, mientras realizábamos pruebas de medición de señales de laser. A lo cual atribuyó alguna de sus derrotas (porque no se veía bien) , después compró el Ajedrez de 4 reyes, como si ya fuéramos jugadores experimentados, lo jugamos, perdió algunas partidas y atribuyó también a esta variante sus derrotas.
Lo que es cierto es que cuando jugábamos de la manera ortodoxa incluso contra reloj eran unas verdaderas masacres las que nos suministraba a todos sus retadores. Tenía algo de puntuación en el FIDE y algún dia nos presentó a su amigo de 8 años de edad, el cual tenía un nivel muy superior de puntaje, o sea le ganaba a él y en consecuencia barría con nosotros.
Por Guillermo conocí los lugares de reunión de la mafia ajedrecística como son: metro Hidalgo (a un costado de la Alameda central), La Ciudadela, dentro y fuera de la biblioteca, y algunos otros sitios donde había torneos de manera frecuente.
Su residencia era en el tapanco de una bodega que estaba cerca del eje 1 Norte en la colonia Guerrero, la cual era propiedad de algún familiar suyo. Había muy poco espacio para caminar en el tapanco, aparte de hacerlo agachados para no pegarnos en la cabeza con el techo, los libros estorbaban ya que estaban dispersos por todos lados. Era un lector voraz, por él conocí “La revolución interrumpida” de Adolfo Gilly y sobre todo muchos autores que en aquel tiempo eran desconocidos para mí. Era un buen amigo. No sé mas de él, espero que le esté yendo muy bien donde quiera que ande.

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